viernes, 18 de enero de 2013

Home - Phillip Phillips y Misión País, Salamanca 2013

Si estuve desaparecida por mucho tiempo, fue porque me fui a misiones a Salamanca. Un pueblito ubicado en la IVta región de Chile en el Valle del Choapa.
Creo que ahí viví una de las mejores experiencias que me han tocado en la vida.
Ya me he ido antes a misiones y ninguna se puede comparar a la otra. Por mucho que se siga una misma línea de actividades e idas a  misionar, la gente a la que se llega y con la que se convive y todo el crecimiento personal, son diferentes.

Volví hace unos cuatro días pero extraño demasiado muchas cosas.
Se viven momentos que son algo complicados de explicar. Hay mucha alegría, harto cansancio, a veces problemas y emociones fuertes. Tanto dentro como fuera del grupo misionero.
La gente a la que se llega a las casas no tienen idea de quienes somos nosotros. Solamente que somos misioneros católicos. A ojos cerrados te hacen pasar a sus casas y se comienza a hablar de la vida, de quienes conforman su familia, qué hacen y en fin, comienzan a salir una cantidad de temas inagotables. Se llega a tal punto en que comienzan a depositar una confianza inimaginable en uno. Te cuentan sus penas, sus problemas, sus alegrías, sus esperanzas y sus fracasos. Historias que se guardan para siempre y que te marcan. Es ahí cuando empezamos a hablar de Dios. De darles ese apoyo y fuerza. De animarlos. De felicitarlos, de darles alegría. Acompañarlos.
Esa familia o persona que has visitado, te toca y ya no puedes dejar de visitarla. Te preocupas por ella y todos los días la vas a ver aunque sea un ratito para poder llegar a otras casas. A veces no importa si nos quedamos muchas horas en una casa y solo alcanzamos a visitar esa. A veces eso es lo que corresponde porque te necesitan, y tú has llegado a escucharlos, a contenerlos. Esa ha sido tu tarea. A veces es tal el lazo que se forma, que es muy triste el día en que uno se despide de las familias a las que se visitó.
Las palabras salen de la boca como si alguien las hubiese puesto. Y así es en verdad. Alguien más poderoso y fuerte que nosotros lo ha hecho.

Aparte, se realizan talleres para niños, jóvenes y adultos. Cada uno con una temática diferente dependiendo de la edad.
Este año me tocó estar en el taller de niños y fue algo que me llenó demasiado. El cariño de ellos es algo muy gratificante. Te reciben muy alegres, ansiosos y se abalanzan encima para saludarte.  Juegan contigo a tal punto de convertirte en uno más de ellos. Al despedirse, te dan besos algo baboseados, un abrazo muy apretado y esperan verte al otro día.

Si se termina cansado, es un cansancio muy gratificante. De satisfacción. De alegría.

También se divide al grupo misionero en comunidades. Tuve la suerte de estar en una comunidad que debía caminar bastante todos los días (aprox unas dos horas en total diarias). Porque ahí nos conocimos más que nunca. Éramos dos comunidades que día a día (dos veces al día) se enfilaba a Santa Rosa, dos comunidades que terminaron por convertirse en una sola. Y en la que se compartieron risas, bromas, secretos, y mucho más. Un privilegio que puede costar entenderlo. Porque sí, no era de lo más agradable caminar a las horas de más calor. Pero todo eso se olvidaba pues la conversación aceleraba el paso sin que nadie se diese cuenta. Al devolverse para almorzar, todos estábamos con el corazón infladito y las anécdotas hacían que todo pasara a segundo plano.

Bueno, esta canción me hace sentido por dos cosas.
Uno, la escuché por primera vez es una comunidad de servicio, es decir, cuando te toca ayudar en la cocina para preparar el desayuno, almuerzo y comida. Cuando te toca ordenar el lugar donde alojan todos. Solo por ese día no se sale a misionar.

Dos, su letra algo me recuerda a esa sensación de estar viajando en el bus hacia Salamanca el día en que partimos. Un lugar del que apenas tenía referencias más que las descripciones en Internet y a algunas cosas que me contó mi abuelo (que pocos días antes de partir, supe que ahí vivió cuando era chico). Ver una cantidad de caras que en un principio eran completamente desconocidas, pero que más tarde se convirtieron en grandes amistades.

Una sensación de incertidumbre porque no sabías que te esperaba para los próximos diez días.
Hoy puedo decir que han sido los mejores 10 días en lo que va del año.
Tengo unas ganas tremendas de volver el año que viene y me cuesta pensar que falta UN AÑO. Me cuesta pensar que es medio difícil volver porque la universidad me exige realizar la práctica. Me da pena y no sé si quiero pensar mucho en eso.

Foto: Henry C. Boys L.

Pero estoy contenta porque tuve la oportunidad de ir, de conocer gente maravillosa. De llegar a la casa de personas que terminaron por enseñarme muchísimo. De conocer un lugar que me dejó embobada y al que volvería sin pensarlo dos veces.